Trasmoz, el único pueblo excomulgado y “maldito” de España



Trasmoz, en Zaragoza, es el único lugar de España que vive técnicamente ajeno a los designios de Dios. Excomulgado y maldito desde la Edad Media por no aceptar los abusos de la Iglesia sobre sus habitantes.
La brujería forma parte de su historia.
Una situación de la que sus habitantes han sabido sacar buen provecho.

Esta localidad zaragozana inferior a un centenar de vecinos se sitúa en las faldas del Moncayo. Sus casas de paredes blanquecinas escalan sobre una colina. En su cima, un castillo medieval de piedra observa la distancia. Este edificio es de lo primero que se ve al avanzar por la estrecha carretera que da acceso al pueblo. A sus espaldas, la dura montaña. Los días oscuros, la escena emboca al embrujo, y no solo lo recuerda, también lo es.

Y es que Trasmoz es el único pueblo excomulgado y maldito de España. Una condena que se estira a lo largo de varios siglos. En concreto, casi 700 años de excomunión y 500 de maldición. 

Estados otorgados por el cercano Monasterio de Santa María de Veruela. Una inmensa abadía cisterciense situada a los pies del Moncayo. Cuatro kilómetros separan el conjunto eclesiástico de la población zaragozana.

El primer castigo de Veruela llegó en el año 1255. El motivo fue la leña del monte de La Mata. El abad del monasterio no dejaba de discutir con los habitantes de Trasmoz a causa de dicho recurso, ya que la quería toda para su monasterio, y que sean los feligreses los que tengan que buscarse la vida para obtener tal recurso. La negativa de los aldeanos de someterse a la autoridad y abusos eclesiásticos hizo que el dirigente religioso tomara una drástica decisión: Excomulgar a todo el pueblo si no aceptaban.

Así, el pueblo quedó apartado del Reino de los Cielos por la eternidad.

256 años después, los litigios entre la población y Veruela volvieron a aflorar. Pero, esta vez sería por el agua, ya que en 1511, el señor de Trasmoz, Pedro Manuel Ximénez de Urrea, denunció que los clérigos del monasterio habían desviado la natural circulación de los arroyos para que no llegase agua a la aldea, quedándosela toda el monasterio para uso personal y privativo. 

Las Cortes de Aragón mediaron en el conflicto, finalmente, a favor de Ximénez de Urrea. Pero el abad no aceptó la resolución y esa misma madrugada el religioso bajó al pueblo, cubrió el crucifijo del altar con un velo negro. A la vez, recitó el salmo 108 de la Biblia, aquel en el que Dios maldice a los enemigos. 

Mientras el  rencoroso clérigo realizaba la maldición al pueblo por no haberse dejado robar el agua, abusando nuevamente del poder intocable de la Iglesia Católica, no dejaron de resonar fuertemente las campanas. La macabra escena sirvió de sentencia a Trasmoz. 

La localidad quedó maldita hasta el fin de los días, Trasmoz quedó marcado y su fama también. 

El misterio ha rodeado la existencia de esta pequeña localidad a la sombra del Moncayo. La brujería forma parte de su propia genética. Las historias cuentan que se celebraban aquelarres en el interior del castillo. Señalan los habitantes del pueblo que:
"Las reuniones de brujas es un rumor que difundieron los falsificadores de maravedíes que lo habitaron"
Sin embargo, calaron en el imaginario popular y el enclave pasó a ser nombrado como "el pueblo de las brujas".

Las crónicas de la época señalan conjuros y nigromancia en el lugar. Se apuntaron nombres de hechiceras como La Galga o Tía Casca, considerada la última bruja de Trasmoz. Esta sería una de las protagonistas de las tres cartas que dedicó Gustavo Adolfo Bécquer al pueblo y su fortificación en su obra Desde mi celda. El escritor pasó una temporada en el monasterio de Veruela para recuperarse de la tuberculosis y a partir de los testimonios de los habitantes de la zona describió la muerte de Tía Casca. Los vecinos de la localidad la despeñaron a causa de sus constantes males de ojo. Cuenta la historia que su espíritu ronda por el pueblo, ya que era tal su maldad que el demonio no la quiso aceptar en el infierno.

El negocio de la brujería

El ocultismo ennegreció la popularidad de la localidad durante siglos. El ambiente romántico del pueblo, propiciado por su castillo en ruinas y la soledad de la montaña, impulsó su fama de vivir ajeno a la salvación celestial. La leyenda perduró hasta el siglo XXI, pero ahora a los vecinos, no tan temerosos de Dios como sus antepasados, se toman de mejor humor los abusos que sufrieron por la Iglesia. Segun nos indican:
"En el siglo XIII no les gustaría mucho vivir excomulgados, porque la gente era muy religiosa. Ahora esto lo ves con otros ojos"

De momento, el pueblo no tiene la intención de liberarse de las condenas que pesan sobre él. Y las decisiones de los abades de Veruela no han impedido que los vecinos acudan a misa o que se celebren bautizos y bodas en el templo local. 
"No genera ningún problema"
                                          Afirma una vecina de Trasmoz. 

Pero, los habitantes de la población siguen malditos. Tan solo el Papa tiene potestad para revocar las sentencias. Y ninguno lo ha hecho hasta la fecha, demostrando que hasta a día de hoy la Iglesia ha de cubrir y no rectificar todos los abusos, expropiaciones, robos, asesinatos y canalladas que ha realizado a lo largo de su historia protegida por las autoridades e ignorancia del pueblo. Por lo que tampoco han solicitado el perdón los trasmoceros.

La maldición se ha convertido en un reclamo para ellos, centenares de personas se acercan año tras año para conocer el pueblo y su historia. 

El pueblo ha adquirido fama Internacional, apareciendo en medios de comunicación de España,  Tanzania y Perú.

En colaboración con el Ayuntamiento, la Asociación El Embrujo de Trasmoz está detrás de las numerosas actividades que se llevan a cabo. Su firma aparece en la Cabalgata de Reyes, la plantación de vegetación en el Día del Árbol, el concurso internacional de Torrijas de Semana Santa, las fiestas patronales de San Roque o la Jornada del Huevo, en la que se recupera la tradición de roldarlos, es decir, empujarlos por el terreno para luego comerlos. También interviene en eventos relacionados con la tradición oscura de Trasmoz. 

El primer sábado de julio se celebra la Feria de la Brujería. "Tenemos puestos de artesanía y juegos desde las 12:00 hasta altas horas de la noche", explica la presidenta de la organización cultural. Un acontecimiento presentado por la "Bruja del Año". El gorro pasa de una mujer a otra, elegida cada año por votación.

No obstante, la mayor fiesta de la asociación llega con el Día de Todos los Santos. El sábado más próximo al 1 de noviembre se organiza el Día de las Ánimas. "En 2019 acudieron 5.000 personas. Se puede comer y cenar en el pueblo. Además, se monta un recorrido de miedo por las calles del pueblo, aunque la última vez se hizo en una casa.



El coronavirus ha impedido la celebración de dicha festividad en 2020 y 2021. "Es muy complicado controlar una afluencia tan grande de personas", lamentan en el pueblo. La pandemia ha sido un verdadero maleficio para el pueblo. Probablemente más que la pronunciada por el abad del monasterio de Veruela. Sus palabras se convirtieron en una fuente de ingresos para el moderno Trasmoz. "Sigamos malditos", sentencian los vecinos. Más que castigo, un encantamiento revitalizador para un pequeño pueblo en las solitarias laderas del Moncayo. La España Vaciada es la maldición que recae sobre la villa.



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