Mitología y Leyendas de Cantabria











Alicornio



Es un caballo blanco con patas de gamo y cola de león, cabeza púrpura, ojos azules y con cuerno largo y retorcido en la frente de color blanco en la raíz, negro en el centro y rojo en la punta. Similar al unicornio, pero el nombre hace referencia a las pequeñas alas encima de las pezuñas que le diferenciaba.

Vive en las zonas más inaccesibles de las altas cumbres, allí donde siempre brilla el sol, ya que las nubes siempre se sitúan por debajo.

Posee una increíble velocidad de galope por lo que poca gente lo ha visto, pero quién tuvo la suerte de vislumbrarlo dice que rebotaba de risco en risco como una centella.

Bebe agua de los manantiales mas puros y come las florecillas más tiernas y hermosas que crecen a la sombra de los picachos, estas flores y otras salutíferas le otorgaban una fuerza tal capaz de insertar con su cuerno al oso más corpulento y una velocidad que impedía que cualquier partida de cazadores ni jauría de sabuesos pudiera atraparlo

La única manera de capturarlo era con un señuelo de una hermosa y pura doncella, a la que los cazadores ataban a un árbol para evitar su huida y a la que el alicornio se acercaba lenta y mansamente doblando sus patas hasta rendir el arma de su cuerno a sus pies, momento en el que los cazadores aprovechaban para abalanzarse sobre él con todo tipo de armas cortantes y matarlo, ya que es sabido que quien beba del cuerno del alicornio convertido en copa, nunca le hará daño ningún veneno ni sufrirá ningún tipo de mal.

Se dice que estas criaturas tienen el poder de convertir a las mujeres en hombres en el día de San Juan, remediar la impotencia, curar envenenamientos o librar de ponzoña las aguas, por lo que se consideraba su cuerpo y en concreto su cuerno un auténtico talismán con propiedades mágicas. Con él, se hacían cruces, bendiciones o preparados sobre las aguas de algún río que hubiera sido envenenado por seres malignos (Brujas o diablos).



Anjanas



Etimológicamente derivado del nombre de Jana, nombre con el que eran conocidas las hechiceras en la edad media, es un ser relacionado con las hadas de origen Celta que tiene grandes semejanzas con sus hermanas de provincias hispanas de este tipo de origen, tales como las Xanas (Asturias), Mouras (Galicia), Mari y Mairu (País Vasco)

Su vivienda se encuentra en grutas recónditas y de difícil acceso, recubiertos sus suelos de oro y sus paredes de plata, donde acumulan riquezas con el fin de repartirlas entre los necesitados.

Son hadas buenas, ninfas de la Montaña, es probablemente el personaje mitológico mas querido por los cántabros por su sobrada bondad, cabalidad, inteligencia y hermosura, es un ser de pequeño tamaño, sobre el medio metro, de blanca tez y tiene una suave y dulcísima voz, similar al trino de un ruiseñor, sus ojos son rasgados y sus pupilas azules o negras que brillan como faros para barcos, de los que emana una mirada serena y amorosa, su pelo es muy largo, trenzado y de color dorado o azabache, coronado por un adorno floral y lazos de seda, siempre lleva una cruz encarnada en la frente.

Tiene unas alas muy pequeñas, casi imperceptibles por su transparencia, similares a una mariposa. Su atuendo se compone de una túnica blanca con pintas relucientes y un manto azul que se convierte en negro con la llegada del invierno y el Día de Viernes Santo, en el que también esconde sus cabellos con un pañuelo oscuro. Calza sandalias pardas de piel de comadreja con una brillante hebilla, aunque algunas van descalzas. Lleva siempre un báculo o "cayao" (vara de mimbre o espino) más alto que ella, de color verde con una estrella en la punta y que cada día de la semana brilla de un color distinto. Este cayao dispone de poderes sobre las bestias, que con solo tocarlas, consigue apaciguarlas. La Anjana siempre lleva una extraña botella cuyo brebaje milagroso cura a los enfermos.

Suelen comer fresas, miel, almíbar y cualquier otro fruto que el bosque les da.

Vive cuatro siglos y sus poderes son tales que puede transformarse en lo que desea e incluso hacerse invisible.

Su dedicación principal, como protectora de la Naturaleza, es el cuidado del hábitat de su zona. Habitualmente se las ve paseando por las sendas forestales, a orillas de los veneros (manantiales de agua del deshielo) o en los márgenes de los arroyos a los que parece les da vida, manteniendo incluso conversaciones con aguas de manantial o que manan de fuentes.

Cuando un cántabro está en un aprieto, invoca la ayuda de la Anjana, que ésta le prestará en caso de que el cántabro sea una buena y noble persona. También tiene su lado malvado ya que se encarga de castigar a los que la desobedecen.

Las Anjanas pueden ser castigadas por "Dios" también en relación a su interactuación con los humanos, especial castigo merece enamorarse de un mortal, lo que acarrea renunciar a su esencia.

Dentro de sus misiones destacan la ayuda a animales heridos, árboles partidos por tormentas u Ojáncanos, a los enamorados, a los extraviados en las espesuras de los bosques e incluso a los pobres y humildes. Cuando pasa por los pueblos va dejando regalos en los hogares de los pueblerinos que por sus actos, así lo merezcan.

Según la tradición, en el equinoccio de primavera, a media noche, estos seres se reúnen en las brañas (zonas de pasto primaveral tardío, de altas cumbres), realizando un ritual de danza hasta el amanecer, donde cogidas de la mano, esparcen rosas de pétalos color púrpura, verde, áureo o azul. Se dice que quién encuentre uno de estos pétalos será feliz hasta el día de su fallecimiento.

Pocos lo consideran también un personaje navideño, ya que nuestra tradición otorga ese papel al Esteru. Según la obra del escritor montañés Manuel Llano en su libro Mitos y Leyendas de Cantabria, las Anjanas llegarían a las zonas del interior de la provincia, durante la madrugada del 6 de enero, cargadas de juguetes y regalos para los niños de la zona, este hecho se produciría cada cuatro años y los receptores principales de tales regalos serían niños de familias pobres o de bajo nivel económico.

Dentro de la familia de las Anjanas se encuentran las Hechiceras del Ebro o de Valderredible, las Mozas del Agua, la Viejuca de Vispieres, las Anjanas de Treceño, las Moras de Carmona o las Ijanas del Valle de Aras, entre otras.


"Anjana de la compasión
alíviame el corazón
dame un pocu de consuelu
del que diz bajas del cielu
dame un pocu de alegría
en las horas de esti dia
dame un pocu de la miel
y haz de la pena estiel
Anjana de la güena suerti
las mis penas son de muerti
dame tu la bendición
y alíviame el corazón."



Arquetu



Es un viejo de larga melena bermeja con un hábito blanco de pintas moradas, en la frente tiene pintados una cruz verde rodeada de llaves y candados . Colgado de su hombro derecho lleva una taleguilla de color nube y bajo el brazo izquierdo una arquita de oro con adornos de plata y broche pulido. Su caminar es lento y su origen o destino desconocidos.
Le enfada que los humanos malgasten su dinero en juergas o vicios, por lo que son buenos consejeros de ricos y pobres. Si alguien pierde de esa forma su dinero y por vergüenza , tristeza y con remordimiento se ve obligado a echarse al monte, el Arquetu se compadece de él y tras echarle en cara su comportamiento le da consuelo y caricias, abre la arquita que siempre lleva, le entrega unas onzas de oro para invertirlas en su trabajo y que las haga fructificar, pero si el derrochador toma las monedas y las vuelve a gastar en sus vicios, el Arquetu le condena a pasar el resto de sus días pidiendo limosna por los caminos.



Brujas Cantabras



Son brujas voladoras, con gran poder entre los mortales durante el tiempo que transcurre entre la media noche (hora bruja) y los primeros brillos del alba, momento en el que se ahuyentan los malos espíritus, en parte y gracias a las primeras oraciones del día.

No son hechiceras, encantadoras ni adivinas pero son respetadas e incluso se les consulta. A pesar de considerarse familia del demonio algunas veces el pueblo se beneficia de sus artes.

Todas los sábados del año, durante la noche, salen volando chimenea arriba, montadas en sus escobas o transformadas en cárabos, rumbo a Cernégula, pueblo en la provincia de Burgos, donde realizan sus reuniones y ritos, durante estas reuniones las brujas se untan con una sustancia a base de hierbas frías, hierba mora, mandrágora y otras hierbas con propiedades alucinógenas agradables.

Cuando regresan de las reuniones se reúnen en cónclave, donde cada bruja narra sus fechorías cometidas durante la semana, estas reuniones no llegan a ser akelarres.

Hacen el mal durante la noche a los niños y embarazadas, atizan los incendios y sueltan el ganado de los establos, provocando que los animales se degüellen entre sí a cornadas. Aunque también son curanderas, mezclando hierbas de todo tipo para curar a los enfermos que confíen en ellas.

Un elemento fundamental es la escoba, con las que recorren todos los pueblos de Cantabria sembrando el mal y provocando el enojo de sus habitantes. También se les concede poder sobre los cambios de clima, motivo por el cual al caer una fuerte tormenta y a continuación salir el sol, se presagia la llegada de otra tormenta, a este sol se le llama sol de brujas.




Caballucos del Diablu



Los Caballucos del Diablu son seres mitológicos de Cantabria que aparecen en la noche de San Juan volando entre llamas, humo y emanaciones de azufre y atronando en el silencio de la noche con bramidos infernales producto de la furia liberada tras todo un año de continencia.

Cuenta la leyenda que son siete y parecen libélulas gigantes, pues tienen largas y transparentes alas, y vuelan por los cielos nocturnos cántabros. Sus colores son rojo, blanco, azul, negro, amarillo, verde y anaranjado.
​ Vuelan siempre juntos y el primero de ellos es el caballo rojo el más grande y robusto, percherón, el jefe que lidera y dirige a los demás en su búsqueda. 

Son nefastos para los montañeses, pues se dedican a pisotear o quemar las mieses, los caballucos se desplazan por las sendas dejando las huellas de sus cascos y los cantos y lastras que alcanzan sus pezuñas quedan marcadas como si de tierra recién labrada se tratase, su resoplido es tan fuerte y frío como el cierzo de invierno que hace caer las hojas de los árboles, sus ojos relumbran como brasas incandescentes.

Según el mito, estos caballos del infierno fueron hombres pecadores que perdieron su alma y se vieron obligados a vagar por Cantabria el resto de la eternidad: El caballo rojo fue un hombre que prestaba dinero a los campesinos y luego mediante sucias tretas embargaba sus propiedades; el blanco era un molinero que robaba muchas maquilas del molino de su señor; el negro era un ermitaño que engañaba a las gentes; el amarillo un juez corrupto; el azul un tabernero; el verde un terrateniente que deshonró a muchas jóvenes y el naranja un hijo que por odio maltrataba a sus padres.
Es tradición en Cantabria, en la mañana de San Juan, ir al monte a buscar las flores del agua que nacen en las fuentes y tréboles de cuatro hojas brotados esa misma noche, pero resulta muy difícil, ya que durante la noche los caballucos del diablu los han destrozado. Si aun con todo algún afortunado encuentra la flor del agua, encontrará con ella el amor y la felicidad, mientras que quién en tal ocasión encuentre uno de estos raros tréboles, será afortunado con las cuatro gracias de la vida, una por cada hoja:
  1. Vivir cien años.
  2. No sufrir dolores en el resto de la vida.
  3. No pasar hambre.
  4. Aguantar con ánimo sereno toda desazón.
Las hogueras de San Juan en Cantabria perpetúan la tradición propiciatoria y purificadora, pero el vuelo de los caballucos al resplandor de las hogueras es señal de grandes desgracias, ni tan siquiera las bendecidas Anjanas tienen poder ante su galope y el único modo de estar a salvo es hacer siete cruces en el aire antes de que se acerquen, pero al ser tan veloces y ante la previsión de que no funcione la gente recurre a otro procedimiento útil, llevar encima una rama de verbena o yerbuca de San Juan, la hierba sagrada que espanta todo mal y que debe haberse cogido la madrugada de la noche de San Juan del año anterior.

Cuando tras una noche de tropelías sin interrupción volando y trotando por mieses, camberas y pueblos, el amanecer los sorprende sudorosos y agotados, los caballucos del diablu desaparecen hasta el año siguiente atravesando cuevas cubiertas de cuajarones de sangre, mientras se retiran resollando y piafando caen de sus fauces unas babas, que al enfriarse en el suelo, se convierten en barras de oro. 

En Cantabria, todo el mundo sabe que quien las recoge tendrá riquezas a raudales, pero tras morir su alma irá al infierno irremisiblemente, aun así muchos ambiciosos no hacen caso a tal admonición y antes de amanecer andan con faroles buscándolas por entre las hierbas de los prados, cuando retornan de su afanosa búsqueda, se tienen que esconder entre árboles para no ser vistos por los mozos y mozas que recorren los prados buscando la hierva sagrada cantando:
"A quín coja la yerbuca
la mañana de San Juan,
no li dañarán culebras
ni caballucos del mal."



Cuegle



Rarísimo ser, de pequeño tamaño y fortísima condición física, con características humanas y bípedo pero con cuerpo de animal. Su sangre es blanquecina , su cabeza grande y coronada por un cuerno rechoncho y sus cabellos son ásperos como matorrales. Su cara es humana de color negra, con tres ojos uno de color azul, otro verde y el último rojizo y de barba larga. Tiene también tres brazos colosales sin manos ni dedos y sus piernas son robustas y marcadas por cicatrices de los arañazos de los espinos. En el brazo derecho tiene manchas verduscas y en el cuello lleva un collar rojo que en la oscuridad de la noche parece fuego. Se viste con las pieles de los animales que mata. Es una fiera muy voraz, y dispone de cinco filas de dientes afilados similares a los de los lobos que alimentan sus cinco estómagos..

Se cree que son concebidos por Anjanas, que víctimas de una maldición, se transforman en perversas y corruptas brujas y que cada treinta años se unen con osos viejos, pasados veinte meses de tan rara unión, dan a luz a este extraño ser.

Cuando son pequeños sus madres los alimentan de hojas de roble y acebo, nunca con leche que es veneno para ellos, ya que les produce hinchazón y mueren entre fuertes dolores, pero pronto pasan a ser carnívoros y se alimentan de todo tipo de animales, aunque su carne preferida es la de zorro y garduña que ahogan antes de devorarlos con el apretón de sus tres colosales brazos o a cornadas mientras duermen y no dejan rastro alguno de cadáver. Durante el invierno, no pueden salir de sus guaridas debido a la acumulación de nieve por lo que su alimento principal son gusanos que encuentra escarbando la tierra con su cuerno.

También pueden comer niños, que roba de los hogares con su cuna y todo. Las madres para evitarlo ponen en la cuna una ramita de acebo o roble con efecto nauseo, ésto hace que a su llegada y al olerlo se le pone la carne de gallina y siente tales nauseas que le obliga a salir del hogar, ya que no puede soportar el olor de las hojas que le alimentaron de pequeño.
Cuando un Cuegle muere de viejo y comienza la putrefacción de su cadáver, de su interior aparecen unos gusanos de tonos rojos y blancos muy gordos que acaban convertidos en una especie de babosas de desconocido hogar y que a quien localice y se apodere de una de estas babosas no le abandonará la suerte mientras la porte en una caja guardada en el bolsillo, vivirá cien años, sus cosechas serán siempre estupendas y le protegerá de la maldad del Ojáncano.



Culebre



Viven en grutas de complicadísimo acceso de toda la Montaña, sobre todo en zonas de acantilados y roquedales. Algunas referencias el de Secadura, el de la cueva de Matienzo y el de la cueva de Valdició.

Mitad dragón mitad serpiente, de cabeza ancha, grandes y potentes mandíbulas con enormes colmillos su lengua bífida y amarillenta. Una gran cresta espinosa recorre su reptiliano dorso de la cabeza al final de su cola, sus patas disponen de aceradas garras y tiene dos pequeñas alas en el lomo similares a las de los murciélagos. Su aliento es ardiente y fétido y su repulsivo cuerpo está cubierto de durísimas escamas. Su cola es tan poderosa que es capaz de partir en dos un caballo.

El punto débil del Culebre es la garganta, ya que es la parte de su cuerpo sin protección y sucede que tras varios siglos de longevidad sus escamas envejecen perdiendo por ello parte de sus poderes, se cree, que cansados y repudiados por la propia tierra, viajan al fondo del mar con sus tesoros para su descanso eterno.

Son los guardianes de los tesoros, la mayoría de los cuales fueron escondidos por los moros antes de su huida. Son muy difíciles de ver ya que salen poco y nadie se atreve a internarse en sus guaridas. Comen vacas enteras y una vez al año devoran a una doncella.

Existe en San Vicente de la Barquera una cueva “Cueva del Culebre” en la que según cuenta la leyenda el Apóstol Santiago, en su peregrinar hacia Compostela, atendiendo los ruegos de una joven moza atada a un poste a pie de gruta como sacrifico anual, dio muerte en el exterior de su cueva a un enorme culebre y que a día de hoy aún son visibles las marcas de las herraduras del caballo blanco del Apóstol, grabadas durante el fragor de la batalla en las inmediaciones de tal cueva.
Hay muchas historias en las que se narra como los campesinos logran vencerlo mediante engaños y así se ven libres de tener que alimentarlo, como por ejemplo la que cuenta que unos monjes, cansados de tener que darle de comer y para evitar que se llevara los cadáveres del convento decidieron darle un pan con alfileres que tras su ingesta le causó la muerte.



El duende Zahorí



Familia del Trastolillo, sin vivienda fija, duerme en la cima de los árboles, en la punta de los campanarios o en la cresta de los picachos más altos.

Es un duende pequeñín y morenuco, de cara redonda, nariz larga y afilada, ojos grandes y negros y de pelo rubio, su voz es ronca, como si estuviera enfadado, cuando realmente es un ser feliz, de alegre carácter y de risa larga y burlona. Se viste con una zamarra roja y calza sandalias de piel desconocida y de color amarillo, sus movimientos son bruscos e impacientes y se desplaza a la carrera de un lado a otro. Porta una onda de cuero de sapo volandero (murciélago) en el hombro izquierdo que usa para defenderse de fieras, perros y demás animales que se atreven a atacarle debido a su reducido tamaño y que arrojándolos un hueso de cereza o una avellana y acertando en medio del hocico, mueren en el acto, y un catalejo en la mano derecha que le sirve para ver las cosas mas lejanas incluso en días de niebla espesa y noches cerradas y tenebrosas.

Este pequeño ser es también conocido por “buscador milagroso” o “duende de las cosas perdidas”, es tradicional que cuando un cántabro pierde algo querido, procede a invocar al duende Zahorí para que éste lo encuentre, mediante la siguiente rima:

"Duende, duende, duendecito,
 Una cosa yo perdí,
 Duende, duende, duendecito,
 Compadécete de mí".

Si la persona que lo invoca es buena y honrada, el duende llega rápidamente solicitando sin palabras (ya que no habla con nadie) la descripción del objeto extraviado, una vez la tiene, se lleva el catalejo al ojo derecho, oteando a un lado y al otro para finalmente hacer una indicación al perdedor para que lo siga, pero lejos de llevarle directamente al objeto, va dando rodeos hasta llegar al lugar donde se encuentre, si durante la búsqueda ve que el humano se impacienta y empieza a dudar de él, desaparece de repente y solo regresa para recuperar el artículo perdido y donarlo a algún necesitado. Cuando la persona que solicita su ayuda es un anciano o un niño le carga a hombros, ya que su extraordinaria fuerza pese a su tamaño así lo permite y les lleva hasta el objeto extraviado. Si el humano al que recupera el bien es pudiente le solicita una propina que luego reparte entre los mendigos que encuentra.



El enanuco del Bígaro o "Bigarista"



Su nombre proviene de su saber hacer con el bígaro o caracola (instrumento de viento musical similar a un Caracol alargado) al que hacen vibrar con cientos de notas diferentes.

Viven en toperas en el campo o en las toberas o huecos en árboles de los densos bosques cántabros. Suelen verse en las galerías de las minas, lo cual augura presencia de metales o gemas de gran valor, materiales que estos seres suelen elaborar.

Son enanos del tamaño de un puño, feos, contrahechos y barbudos, maduros y de arrugado rostro. Sus ojos son azules y chispeantes, pelo bermejo y piernas muy abultadas, sus pies visten unas calzas de color rojo. Se comunican entre ellos mediante un silbido similar al canto del mirlo. Son seres de gran inteligencia, valentía y habilidad y con sabiduría casi divina. Son seres solitarios, aunque se sabe de enanas con las que se casan, son muy longevos pero no inmortales, aunque hay quien cree que consiguen la inmortalidad si consiguen unirse sexualmente con un humano. Son muy buenos consejeros de los hombres y mujeres de la Montaña y es muy difícil ofenderles, ahora bien guardan veneno, maldad y venganza, obrando con gran perversidad a quién consigue enojarlo.

Leyendas y creencias: Se cree que esconden sus tesoros bajo tierra. Su sabiduría también les permite forjar alianza con alguna Anjana de buen entendimiento y juntos discuten largamente sobre cosas referentes a su cultura.

Son seres bondadosos por naturaleza, aunque hay excepciones como la de la leyenda de la colina de Lindalaseras en el valle de Iguña, donde se cuenta que habita a orillas de un manantial un enanito de esta especie, que cuando descubre entre el grupo de pastores que apacientan ganado en sus cercanías un zagal y una zagala, entona con su bígaro una maravillosa melodía que les atrae sin darse cuenta, el enano al verlos llegar salta y baila de alegría y con ayuda de sus ojos chispeantes les embelesa hasta que se olvidan de sus quehaceres para con su rebaño, luego saca un canutillo que lleva en el pecho y de su interior extrae un buen trozo de borona y otro de cecina que ofrece a los chicos, estos lo devoran y repiten varias veces, ya que el enano les obsequia constantemente con estos manjares.

Debido al exceso de sal de la cecina los muchachos sienten una gran sed y beben del manantial, sin saber que antes de su llegada el enanito había contaminado el agua con una pócima compuesta de gusarapos y escorpiones machacados. Una vez conseguida la ingesta de tan nociva agua, el Enanuco lo celebra con una mueca de burla, varias piruetas en el aire, toca tres notas en el bígaro, lanza un escupitajo y desaparece, ya que ha conseguido su objetivo envenenando a los mozuelos, estos sienten un pequeño hormigueo por todo el cuerpo que se incrementa hasta parecer que la sangre les hierve, pero al acercarse el uno al otro descubren que allá donde se tocan dejan de notar tal desagradable sensación, convirtiéndola en placer, suave al principio y mayor con el paso de roces, besos, abrazos que se convierten en apretones, hasta hacerles revolcarse por el suelo y convirtiendo esa pasión en arañazos, mordiscos y violentísimos arrebatos que suelen conllevar la muerte de ambos jóvenes, pero incluso si alguno consigue salvarse queda muy maltrecho y suele fallecer de ictericia.

Hay un cante típico de las viejas de los pueblos que dice así.

“Cuando los enamorados
 Vayáis a Lindalaseras,
 Al ver el agua que mana,
 Tened cuidado de beberla,
 Que allí mora un enanuco
 Que de noche la envenena”.



El Gallo de la muerte



En una aldea cercana a Potes (Picos de Europa), una vez cada cien años los milanos ponen un huevo de color rojo en un nido fabricado por ellos en la aulaga. De este huevo nace una pájara blanca y negra de mayor tamaño que las gallinas, con una longevidad exacta de cincuenta años, al morir de su putrefacto cuerpo sale un gusano verde que crece hasta convertirse en un gallo negro de pico alto, su cresta en cambio es blanca y unas pintas azules y encarnadas salpican el negro plumaje de su cuerpo. A este ser se le conoce por gallo de la muerte.

Debe su nombre a que el desdichado que escuche su quejumbroso y estridente quiquiriquí, morirá irremisiblemente con los luceros del día siguiente a oírlo. A no ser que al sentenciado se le dé a beber con el toque a oración, una mezcla de una poco habitual hierba, de flor azul y raíz negra, que crece cerca de los manzanos silvestres entre el comienzo de la primavera y mediados de mayo, cocida con agua de romero.



El hombre pez de Lierganes



El joven Francisco de la Vega, desaparecido en la ría de Bilbao en 1674, fue capturado por las redes de unos pescadores de Cádiz, mostrando su cuerpo humano cubierto de escamas. Tras haber pronunciado la palabra ‘Liérganes’, fue devuelto a su lugar de origen; aquí estuvo nueve años antes de desaparecer, definitivamente, en el mar.

Pero de esta leyenda nuestro grupo hizo una investigación a fondo, intentando separar realidad de leyenda, puedes leerla haciendo clic <<<AQUÍ>>>



El jinete maldito de Santoña




En el más alto acantilado de la costa cántabra, cerca de Santoña, hay un castillo en ruinas. Cuenta la leyenda que habitaba ese castillo, en tiempos remotos, don Rodrigo de los Vélez, esforzado campeón de la Santa Cruz, cuyas mesnadas habían conquistado algunas plazas menores, y combatido y vencido en diversas ocasiones a los más bravos emires.

Este caballero casó en segundas nupcias con una joven bella dama, llamada doña Dulce de Saldaña, y en su castillo tenía a un prohijado suyo, don Íñigo Fernán Núñez, hijo de un lejano deudo del caballero. Los parientes, deudos y amigos de don Rodrigo, habían advertido varias veces al caballero que, no era cristiano ni prudente, cobijar bajo el mismo techo a dos personas de distinto sexo y de la misma edad; pero el confiaba en que la gratitud de Íñigo sería la salvaguardia de su propio honor.

Un día, el rey de Castilla envió un propio en busca de don Rodrigo de los Vélez, ordenándole que reuniera de nuevo su mesnada y fuese a combatir a los moros. Cumplió el caballero esta orden dejando a su esposa doña Dulce y a su prohijado don Íñigo en el castillo de Santoña.

Un año después, llegó al castillo la noticia de que la mesnada de don Rodrigo, había sido vencida por los sarracenos, y el caballero hecho prisionero.

Doña Dulce al recibir estas tristes nuevas, cayó en un estado de inconsciencia que le dejó indefensa contra la maldad y el egoísmo de don Íñigo, que se apoderó del castillo, arrogándose el señorío de la fortaleza y sus tierras.

No contento con haber despojado a su dueña y señora de todas sus riquezas, se enamoró de ella y pretendió hacerla suya. Una noche penetró en su camarín y la encontró rezando ante la imagen de San Rafael. Por una extraña coincidencia, doña Dulce se encontraba en uno de sus pocos momentos de lucidez.

Al comprender lo que don Íñigo esperaba de ella, la dama huyó del camerín y subió a lo alto de la torre del homenaje. Hasta allí la siguió Fernán Núñez que, forcejeando, quiso llevarla al interior del castillo. La dama, prefiriendo la muerte al deshonor, desenvainó la daga que prendía del cinto de Íñigo y la hundió en su propio pecho. Éste, despavorido, quiso huir del terrible espectáculo dando unos pasos atrás. El huracán silbó entonces con más fuerza y el traidor se precipitó al abismo, sumergiéndose en lo profundo del mar. En el momento de caer se escuchó la voz de la moribunda que le maldecía y le condenaba a “existencia eterna”.

Desde entonces, y en las noches en que el huracán silba a través del acantilado, y en medio de las ruinas del castillo, se ve a don Íñigo que, montado en un gigantesco delfín, surca el mar embravecido en una carrera desenfrenada.



El pájaro de los ojos amarillos



Es un pájaro de grandes ojos amarillos y mortal mirada, odiado por su maldad. Su cuerpo se divide en franjas azules y tiene puntitos rojos en las alas. Sus patas acaban en unas fuertes, largas y afiladas garras. Su sangre es de aspecto aceitoso y su corazón negro y duro como un piedra. Se esconde durante los veranos ya que el calor estival les dejaría fritos al calentar el sol su aceitosa sangre. Pasado el verano es cuando más hay que temerlo por su voracidad acumulada.

Su extraño origen nos sitúa el último día del invierno en las cavidades de los peñascales del monte Escajo, entre los ríos Nansa y Saja y escondidos tras zarzas y arbustos, un murciélago viejo y una lechuza con un puntito morado encima de su ojo izquierdo para unirse en extravagante pareja que ya no se separa hasta la muerte de uno de ellos, llegado este momento el que sigue vivo devora al muerto y desaparece de su hogar común para no regresar. A los cinco años de esta unión, la lechuza pone un huevo negro y de perfecta esfera del que al cabo de unos días sale este raro ave mezcla de murciélago y lechuza. Poco antes de ese momento sus padres abandonan el hogar, ya que la crueldad y fuerza del engendro que acaban de alumbrar, es capaz de matarlos y devorarlos recién roto el cascarón. Una vez abandona el cascarón, sale al monte alimentándose de cualquier animal que tenga la desgracia de cruzar su mirada. A los pocos días adquiere la capacidad de vuelo.

Cuando cumple los diez años, pierde las alas y con ello parte de su peligro. Es entonces cuando se va a un río para vivir bajo su agua de donde no volverá a salir. En días veraniegos de mucho calor su sangre empieza a escocerle y debe buscar refugio escarbando con sus garras el lecho del río y se cobija lo mas profundamente posible, formando los pozos que forman remolinos culpables de los ahogamientos de algunos mozos en el disfrute de sus aguas.

A los cien años justos de su nacimiento el pájaro muere provocando un tono rojo en las aguas y su putrefacción y pestilencia, hasta que pasado un tiempo nuevas aguas limpian todo rastro de podredumbre.
Si este ser acierta a mirar a una persona en el momento del repicar de las campanas de una iglesia, un mal le domina quemándole las entrañas y matándole exactamente a las cuatro horas. Gracias al sonido que emiten sus alas al volar, los labradores y pastores sintiendo el peligro corren a esconderse , pero si no les da tiempo a encontrar refugio, aún tienen la única forma de protegerse de su mirada, que es al ver volar una golondrina fijar la vista en ella e invocarle de tal forma:
“Quitaste a Dios las espinas:
Quítame a mi el mal ardiente
De ese pájaro maldito
Que por sangre tiene aceite“




Espumero



Simpáticos y apreciados seres marinos de las costas cántabras deben su nombre a que cuando están juntos (casi siempre), les encanta jugar sobre la espuma del oleaje o la estela dejada por los barcos, por las que corren sin hundirse. Son hombrecillos muy pequeños, similares a niños regordetes vestidos con túnicas del color de las algas.

No se alejan mucho de tierra, en las que a veces se aventuran por diversos motivos, uno de ellos es recoger flores en los prados con el fin de elaborar collares para las sirenas, a cambio de estos collares reciben de ellas caracolas, motivo por el cual cada espumero tiene una caracola.
Son rubios o morenos, los morenos tienen ojos tan brillantes que en días en que la niebla oculta la costa, utilizan como guía de los barcos al colocarse delante de ellos y usándolos como faros. Los rubios son muy guapos y suelen entrar en los hogares sin ser vistos con el fin de informarse de las noticias de la familia en cuestión y poder pasar esta información al marido, padre o novio marinero.

Cuando se avecina tormenta se encaraman a los acantilados, haciendo sonar sus caracolas y así avisando a los pescadores que deben volver a puerto. También cuando en tierra firme impera la sequía y los agricultores se inquietan por sus cosechas, los espumeros cargan sus caracolas en los estuarios de los ríos y vuelan numerosas veces esparciendo su contenido sobre los campos.


Esteru



Se le supone de origen anterior al Cristianismo en Cantabria y posiblemente asociado a la llegada del solsticio de invierno, de origen celta relacionado con dichas celebraciones y personajes derivados.

Se le relaciona también con el "Hombre del Saco" o Coco, quien secuestra niños de mal comportamiento y que pudo ser influenciado por la iglesia cristiana para su creación, asociando este personaje de origen pagano con la idea de asustar a los niños.

Etimológicamente su nombre apunta distintas teorías, se relaciona con el vocablo estéreo (antigua medida volumétrica de un metro cúbico de leña). Otra teoría le relaciona con el nombre de San Eustaquio (Saint Eustache), abad francés de Saint-Germer-de-Fly y controvertido monje cisterciense de finales del siglo XII y principios del XIII.

Pero de esta leyenda nuestro grupo hizo una investigación intentando separar realidad de leyenda, puedes leerla haciendo clic <<<AQUÍ>>>


Guajona



No sale de día y se desconoce su refugio, se cree que vive escondida bajo tierra.

Vieja pequeña, delgada y siniestra, cubierta de la cabeza a los píes por un manto negro. Lo único visible de ella son las manos, ennegrecidas y sarmentosas, sus píes que realmente son patas de ave y su cara que es amarillenta, rugosa y consumida adornada con pelos y verrugas. Sus ojos son diminutos y brillantes, su nariz es aguileña y sus labios delgados y descoloridos. De su boca nace un solo diente, negro y enorme similar a un puñal, que le llega hasta debajo de la barbilla.

Leyendas y creencias: A veces los niños y jóvenes cántabros tiene un color pálido, como si estuvieran enfermos, pero el motivo de este extraño color se debe a este ser. Al llegar la noche sale confundiéndose entre las sombras. Entra en los hogares sin hacer ruido alguno, se acerca a niños y jóvenes sanos mientras duermen clavándoles su diente, bebiéndose su sangre y provocando ese extraño color en ellos.
A pesar de su crueldad, se puede decir a su favor que sus ataques no son mortales y en su intención no está la de acabar con su víctima, sino alimentarse de ella.



Ijanas del Valle de Aras



Residen en cuevas del Valle de Aras, situado en el municipio de Voto, en la zona oriental de Cantabria, principalmente en los pueblos de San Miguel, San Mamés y San Pantaleón.

Chiquillas desnudas, revoltosas y glotonas, con la característica principal de poseer un enorme pecho que cargan a su espalda siempre por el lado del hombro derecho.

Sus dos fechorías habituales son el saqueo de las colmenas y de las despensas de los hogares, con el fin de satisfacer su incontrolable glotonería. Una vez han satisfecho su voraz apetito, se hartan de agua de los regatos, en los que permanecen hasta que vuelve a sentir necesidad de más travesuras.

Cuenta la leyenda que el cura de San Pantaleón, cansado del descaro e indecencia de estas jovenzuelas, y decidido a acabar con ellas, mandó quemar las cuevas en dónde residían, pero al poco aparecieron en el pueblo con la intención de quemar todas las casas de todo el vecindario, siendo la del cura la primera en arder.



La Anjana de la Fuentona de Ruente



Cuenta la leyenda, que una anciana se encontró en el monte con un joven, esta le pregunto que de donde era y a hacia donde iba, el joven le contesto que era de Ruente y que se iba a Andalucía en busca de fortuna, a lo que la anciana le contesto, “hay Ruente, Ruente, allí tengo yo una hija encantada en una fuente, si esa fuente fuera mía, no me iba yo pa Andalucía”.

El mozo no hizo caso de la anciana y siguió su camino hacia Andalucía, allí estuvo un tiempo, pero como no pudo hacer dinero volvió a la tierruca.

De regreso, se volvió a encontrar en el mismo lugar del monte con la anciana, esta le pregunto, de donde era y el contesto "de Ruente", a lo que la anciana respondió, “hay Ruente, Ruente, allí tengo yo una hija encantada en una fuente, si esa fuente fuera mía, cuanto oro y plata yo le sacaría”. Esta vez el joven se detuvo y la pregunto que quería decir con esas palabras.

La anciana desvelo su forma de Anjana y le dijo al muchacho: "tienes que ir todas las noches a la fuentona, hasta que consigas ver a mi hija, la Anjana que está allí encantada."

Así lo hizo el mozo y una de esas noches se le apareció la Anjana y le digo “si eres hombre leal yo te daré todas las noches una peseta y un real, pero ha de ser con la condición de que a nadie digas nada.”

El joven, fue noche tras noche, haciendo buen caudal con las monedas de la Anjana, pero la gente del pueblo se comenzó a dar cuenta de que gastaba mucho, de modo que una una noche sus amigos le emborracharon para saber de donde sacaba tanto dinero, y el embriagado les acabo revelando la verdad.

La noticia corrió por todo el pueblo y todos fueron a la fuente noche tras noche a ver si también conseguían ver a la Anjana y así poder hacerse ricos, pero la Anjana no volvió a aparecer nunca más.

Desde entonces y por capricho la Anjana hace que la Fuentona en ocasiones deje de manar el agua creando sequía en la fuentona, para hacer saber a todos que ella sigue ahí.

La Anjana es un hada buena en la mitología cántabra, es la protectora de las gentes honradas, de los enamorados y de quienes se extravían en el bosque y en sus caminos, físicamente es pequeña, esbelta, con cabellos largos, túnica, sandalias y báculo, suele habitar en el bosque, pero tiene preferencia por las fuentes y los manantiales.
Fuentona seca



La cúpula de Santo Toribio de Liebana



Donde se escribieron los 'Comentarios del Apocalipsis'

El Apocalipsis se presento entonces como el libro de la resistencia cristiana, en esta obra cuenta cómo el Beato se atrevió a poner fecha al Fin del Mundo, que ocurriría exactamente en la Pascua del año 800.

La víspera de ese día, cientos de aldeanos se dieron cita en el Monasterio de Santo Toribio, para recibir juntos el Apocalipsis, durante casi día y medio permanecieron allí extasiados y aterrorizados hasta que uno de ellos, llamado Ordoño, exclamó: “¡Comamos y bebamos, de manera que si llega el fin del mundo estemos hartos!”



La leyenda de la Reina Mora



Se dice que está sepultada en su cueva (profunda gruta en Lebeña de la población de Liébana) desde hace siglos. Su cueva es de techo alto, con paisajes inéditos y con estalagmitas de caprichosas formas, cuyo perfil se asemeja a una mujer hecha naturaleza.
Es una Reina Mora de gran belleza, convertida por un encantamiento en estatua de piedra por la que resbalan constantemente sus lágrimas. Llegada la media noche recobra su aspecto natural y se dedica a recorrer las lúgubres salas subterráneas entre suspiros y sollozos.

Se cree que el sonido de las aguas subterráneas y el débil silbido del aire en la cueva son los lamentos de los cadáveres de los moros allí sepultados al igual que de la reina Mora implorando su liberación.

“llamando a aquellos compañeros muertos en la batalla de Covadonga... y a los que... huyendo de la derrota hallaron su sepulcro en esta misma... Otros dicen... que esta Reina Mora... guarda en realidad un gran tesoro de valor incalculable... que las huestes de su pueblo hubieron de abandonar al huir hace siglos”.



La Sirenuca de Castro Urdiales



Esta leyenda nos cuenta la historia de una hermosa joven castreña de ojos azules que todos los días iba a mariscar, elegía para ello los lugares más apartados y peligrosos del acantilado, donde había mayor cantidad de marisco ya que nadie más se atrevía a ir, mientras trabajaba cantaba al ritmo de las olas, y la gustaba mirarse en su pequeño espejo de nácar.

Todos los días regresaba a su casa cantando, contenta con la cantidad de marisco recogido, mientras en casa, su madre la esperaba con honda preocupación conocedora del peligro que corría. Era por ello que cada día la reprendía para que mariscara con los demás en la playa y no lo hiciera en los acantilados, pero los consejos de la madre eran desoídos por la hija, que seguía acudiendo a los acantilados, a pesar de ser consciente del peligro que corría.

Un día, al regresar la joven, la madre volvió a reprenderla duramente y, en un momento de nervios, la maldijo diciendo: ¡Así permita el Dios del Cielo que te vuelvas pez!

Al día siguiente, la joven volvió a subir al acantilado, fue entonces cuando de su bolsillo cayó el espejo de nácar, intentó buscarlo con la mirada y al inclinarse, perdió el equilibrio y cayó al mar, pese a lo agitadas que estaban en ese momento las aguas, la joven nadó con facilidad hasta alcanzar las rocas. Intentó subirse a ellas pero no pudo. Descubrió entonces que sus piernas habían sido sustituidas por una larga cola, se había convertido en una sirena, era el castigo por desobedecer los consejos de su madre.

A partir de ahí, la sirena se dedico a avisar a con sus cantos los marineros, en los días de espesa niebla y por la noche, de la cercanía de los peligrosos acantilados. Aquella sirena fue muy conocida por todos los marineros del lugar. Hasta un día mientras que un marinero pescando noto como en su red había quedado atrapado un gran pez y tirando con toda su fuerza consiguió subirlo a su barca. Vio entonces con sorpresa que el pez tenía torso de mujer y larga cola en lugar de piernas, adivinó que era la sirena que avisaba a los marineros en los días de tormenta, pero quedó tan prendado de su belleza que no pudo evitar besarla en los labios. Entonces, la sirena abrió sus azules ojos y se convirtió de nuevo en mujer.

El pescador la llevó a tierra y le pidió que se casara con él, ella, feliz por haber recobrado su condición humana, aceptó su ofrecimiento.

Pero la muchacha no fue feliz, añoraba el tiempo en que era completamente libre en el mar, jugando con las olas y acompañándolas con su canto, por ello todos los días acudía a los acantilados a pasar largas horas mirando el mar y, cantando. Un día, vio un objeto que se encontraba bajo las piedras brillando a la luz del sol, las apartó y descubrió su espejo de nácar. Miró en él su cabellera rubia, sus azules y entristecidos ojos, se acordó entonces de aquel día que lo perdió mientras mariscaba, en ese instante cayó al suelo y, sorprendida, vio como sus piernas volvían a convertirla de nuevo en una sirena, siendo arrastrada por las olas mar adentro, donde la joven recobró su libertad.

Su esposo triste y desesperado por la desaparición de su esposa, se suicidó arrojándose desde lo más alto del acantilado, desde entonces en los días de bruma y tormenta, un dulce canto volvió a avisar a los barcos de la cercanía de los acantilados.

Cuenta la leyenda, que aquel marinero que consiga capturarla, el Lantarón (Neptuno cántabro) le concede el regalo de convertirse en su marido, para ello el marinero debe besar acto seguido a la Sirenuca, en ese momento su cola se convierte en dos hermosas piernas. Una vez convertida en humana la Sirenuca le entrega a su esposo su espejo de nácar, el marido tiene que esconder el objeto, ya que si esta lo encuentra, se volverá a convertir en sirena y regresará a la mar.



La Sirpe de Peñacastillo



Cuenta la leyenda que un terrorífico ser mitad hombre y mitad serpiente se encargaba de la custodia de un gran tesoro localizado en una cueva del monte de Peñacastillo.

El Rey Felipe II, convencido de la existencia de la gruta y de la existencia en su interior de un gran depósito de perlas y riquísimas joyas, mandó una expedición dirigida por un hechicero italiano, con el propósito de conjurar al monstruo y apropiarse de su insigne tesoro. Este mago, según se concluye, al acceder a la cueva y toparse con este ser, tal fue su miedo que emprendió la huida en alocada carrera y nunca más se supo de él.



Lantarón


El rey del mar que baña las costas cántabras. Su forma es humanoide, de enormes pies cuyos dedos están unidos por una membrana, su cuerpo robusto y musculoso y su piel bronceada, verdinegra como las algas y brillante. Posee unas manos fornidas y nudosas. Su cabeza es ovalada con ojos enormes y saltones de color verde y su rostro poco agraciado.

Lleva en la mano derecha un cetro de saúco, árbol sagrado de cuyas bolitas negras, en mezcla con leche de sirena, produce un brebaje que le hace ser fluorescente durante la noche y le otorga poderes sobrenaturales.

Se suele acercar a la costa cuando la marea está baja quedándose sentado inmóvil en un saliente de las rocas contemplando el vaivén de las olas. Se alimenta de pulpos, que arranca del fondo marino con sus hercúleas manos matándoles a golpes contra las rocas y los devora lenta y pensativamente mientras observa la amplitud de su reino.

Los hallazgos arqueológicos realizados en la villa de Castro Urdiales han arrojado una pequeña figurilla en bronce de época romana, representando a una divinidad marina que ha querido asociarse a Neptuno, pero que exhibe varias peculiaridades. Se trata de un joven imberbe, que lleva un delfín en la mano y porta un collar con un colgante de media luna. Hoy se encuentra depositado en el Museo de Prehistoria de Santander, situado en los bajos del edificio de la Diputación Provincial. Este hallazgo confirma la creencia en Cantabria en una deidad marina desde hace ya mucho tiempo. Cosa lógica, por otra parte, en un pueblo que vive día a día con el mar.
Lantarón ofrece el derecho a casarse con una sirena al pescador que la capture, siempre que la bese inmediatamente para transformar su cola en piernas.



Monuca



Nacen en cuevas y madrigueras, viven unos días en los bosques y pasan la mayor parte de su vida en las laderas de los ríos.

Es un animal solo conocido de Cantabria, parecido a la garduña, pero con la piel de varios colores, de cabeza blanca similar a las ovejas, el cuerpo es rojo, azul y negro y el rabo morado. Nace cada once años en la primavera, de la unión de un gato montés y una garduña, con los que guarda gran parecido.

Nace en una cueva, ciega y sin color alguno, para posteriormente vagar a tientas por el bosque varios días, hasta conseguir cobrar la visión, momento en el que regresa a la madriguera para dar muerte a su madre la garduña, arrancándole los ojos y chupándole la sangre, refugiándose después cerca de los ríos entre juncos y ramas hasta adquirir su peculiar colorido.

A partir de ahí, se alimenta en los prados de saltamontes y tórtolas a los que caza o posteriormente de la sangre de cordero y niños a los que chupa clavándoles sus finos colmillos. Al cumplir los cinco años, adquiere un tamaño tal que le imposibilita el correr o trepar a los árboles, momento que aprovecha su padre, el gato montés, que en venganza por la muerte de su pareja la rámila, para capturarla y dejarla ciega, de dos certeros zarpazos, a su suerte, acabando sus días despeñada o devorada por algún animal salvaje. Por su parte el gato montés regresa a su antigua madriguera enterrando los ojos de la Monuca que mató a su pareja para morir de pena recordándola.

A veces nacen Monucas de piel negra y encarnada, con un ojo negro y otro rojo. En este caso la víctima de la Monuca es su padre el gato montés y la que persigue venganza es la garduña que, tras su captura, en vez de sacarle los ojos le come las patas, dejándola indefensa ante cualquier ataque de alimaña.

Cuentan los ancianos que cada cien años nace una Monuca de piel blanca con un círculo de manchitas rojas en el espinazo, en cuyo centro tiene una especie de coronilla morada. Se creé que la única manera de matar a tan especial criatura es clavándole un espino largo o un alfiler en esta coronilla.

También se cree que existen otras de mayor tamaño, hijas de la unión de un oso y una jabalina y que nacen con una mancha en la cara encarnada que brilla mucho por la noche, aunque se conoce poco de ellas, ya que se supone nacen cada dos siglos.

Las Monucas son desagradables con las mujeres, pudiendo llegar a arañar y cegar a aquella que ose intentar cogerla, en cambio quieren a los hombres, a los que les permite cogerlas y llevarlas a su hogar regalándoles buena suerte para el resto de sus vidas.



Mozas del agua



Son muchachas pequeñitas que viven en grandes palacios ubicados en algunas fuentes y rios de Cantabria, se visten con capitas de hilo de oro y plata, tienen largas melenas rubias que recogen en largas trenzas, en su frente lucen una estrellita azul brillante, llevan anillos blancos en su mano derecha y en su muñeca izquierda un brazalete de oro con franjas negras. Disponen de una gran riqueza y debido a su belleza, se les confunden con anjanas, pero en este caso sus poderes son menores.
En días de sol salen del agua y extienden sobre la hierba unas madejillas de hilo de oro, que han hilado durante la noche en sus palacios, para su secado. Las mozas del agua no duermen nunca. Durante el proceso de secado de las madejillas, se cogen de la mano y bailan y cantan con gran alegría, durante su baile, brotan de cada pisada unas florecillas que flotan en el aire como espuma, que si algún humano consigue recuperar antes de que se deshagan, será feliz toda su vida.

Cuando las madejas están secas, las recogen y llevan a sus palacios sumergidos, a veces un joven consigue recoger un cabo suelto de esas madejas, momento en el que las mozas tiran todas juntas de la madeja y arrastran al muchacho al agua, pero no se ahoga, sino que ellas le llevan a su palacio y le dan el derecho a elegir a la más bella y casarse con ella, por lo que pasan a ser habitantes del reino de las aguas y no volverá a tierra más que una vez, el día más largo del año, día en el que sale de las aguas con su esposa y con ella recorre los senderos de los bosques, dejando junto a un árbol o sobre una roca un anillo, un broche o un collar.

Estas joyas son invisibles para todos, excepto para las doncellas honradas y virtuosas, las cuales ven enseguida las joyas y las guardan durante su vida, ya que son una especie de talismán que les confiere la cualidad de curar cualquier enfermedad con el agua de un río o de una fuente. La mayoría de las curanderas de Cantabria deben su poder a una de estas joyas que consiguieron de joven.



Mujer Osa de Andara



Si algo destaca la Osa de Andara es que es un ser que está a medio camino entre la leyenda y la realidad, pues al parecer fue una mujer real, que vivió en esta región de Picos de Europa, en la región de Andara, en la segunda mitad del siglo XIX. Su leyenda, presente entre las gentes de la Montaña, es recogida por varios autores y ya está pasando a formar parte de la mitología montañesa.

Pero de esta leyenda nuestro grupo hizo una investigación a fondo, intentando separar realidad de leyenda, puedes leerla haciendo clic <<<AQUÍ>>>



Musgoso


Es un hombre que cansado de la vida en sociedad que un día decidió echarse a la montaña, varón alto y delgado, su cara es pálida, sus ojos pequeños y hundidos, tiene una larga y negra barba. Viste una zamarra de musgo seco y sandalias de piel de lobo, en su zurrón de cuero amarillo brillante siempre lleva una flauta negra de madera desconocida. Su andar es lento pero constante, parece cansado pero nunca se detiene. Luce su caminar con un amplio vaivén de hombros y lleva las manos escondidas en el pecho como si tuviera frío. Nadie ha oído su voz, ni ha sido visto parlamentando con persona alguna, pero en los montes de Cantabria todo el mundo le respeta y muchos de los pastores le deben incluso la vida.

Su vida la dedica a realizar el bien en el monte, avisando de peligros naturales, de la presencia del Ojáncano o de cualquier otro ser maligno, a veces toca la flauta, sin dejar de andar, sus melodías son dulces pero tristes a la vez, aunque nunca toca de noche, durante la noche se dedica a silbar, el sonido de su flauta indica a los pastores que deben protegerse del temporal, guardando sus rebaños y buscando refugio.

Sin embargo el aviso de alerta que los pastores atienden más en días de bruma densa, son unos ruidos característicos similares al desgajo de una rama o una piedra rodando monte abajo, lo que a los pastores les indica señal de peligro y dan media vuelta con su rebaño para evitar despeñarse por un barranco. Llegado el invierno los pastores abandonan los montes con sus rebaños y dejan descuidadas las cabañas que mantiene en perfecto uso el musgoso, para que cuando regresen con el buen tiempo mantengan su residencia en condiciones.



Nuberos



Geniecillos diminutos y ladinos de cara maliciosa y aspecto orondo, que montados en los nubarrones se convierten en agentes de las tormentas de la Montaña, guiando la masa tormentosa a su antojo, produciendo gran temor por los destrozos que provocan en los pueblos. Mención especial son las noches de grandes lluvias y tormentas.

Crean sus nubes gracias a un poder especial que tienen y no les son necesarios componentes para realizarlo. También pueden invocar rayos a voluntad, y no dudarán en utilizarlos como armas si son atacados o molestados.

Se divierten provocando tormentas con la intención de asustar con sus rayos a los animales y destruir con el granizo las cosechas de los hombres. Algunas de las maneras de intentar paliar su daño son encender cirios para ahuyentar las plomizas nubes y hacer sonar las campanas con el triste toque del “tente-nu” para alejar los malos espíritus.

Los pescadores cántabros también les temen, ya que cuando estos están dispuestos a realizar sus faenas, los Nuberos provocan terribles galernas, que obligan a regresar a puerto sin pesca alguna.

Los Nuberos son los genios traviesos y maliciosos que montados en nubes grises se divierten provocando tormentas con la intención de asustar con sus rayos a los animales y destruir con el granizo las cosechas de los hombres.



Ojáncano



El ojáncano o ojáncanu es un gigante ciclópeo de la tradición cántabra que encarna todo el mal, lo más negativo y lo salvaje. Con diferentes características regionales, se le conoce con distintos nombres: Ojáncano, Jáncano o Páncano en Cantabria.

Su rostro es completamente redondo, de color amarillento, con unas barbas como cerdas de jabalí, largas, bermejas como una llama. Los cabellos son de un rojo menos intenso. Su único ojo, en mitad de la frente, relumbra como una candela, y está rodeado de unas arrugas pálidas con unos puntitos azules. Es fuerte y de largos brazos; su voz, como un trueno, se asemeja al bramido de un toro en celo y, a la puesta del sol, muge y echa espuma por la boca.

Aparte de estos datos, las versiones son muy distintas, dependiendo de los lugares donde se escuchen. Suele tener diez dedos en cada mano y en cada pie, y dos hileras de dientes. A veces nos dicen que es alto y delgado y que se cubre con una zamarra de color pardo; otras, que va prácticamente desnudo y se tapa con su melena y barbas, larguísimas y engrasadas con unto de oso, dejando al descubierto tan solo el ojo.
Su morada se ubica en profundas grutas con la entrada cubierta de maleza y de desprendimientos pétreos, cuya puerta cierra con una enorme piedra que nadie más que él puede mover. Su lecho está situado en la zona más profunda, formado a base de hojas, hierbas y ramas. Enfurecido por el fuerte viento de los temporales, que le enreda las barbas en zarzas, árboles y arbustos, se enfada y tira y despedaza grandes rocas y árboles. En ocasiones pelea a pedradas con otros ojáncanos. Ellos han sido los que, en momentos como estos, han hecho los desfiladeros y precipicios, y han desgajado los montes.

Ente las maldades que la mitología cántabra atribuye a este ogro está el de derribar árboles, cegar fuentes, robar ovejas, raptar a jóvenes pastoras, destruir puentes, matar gallinas y vacas, abrir simas y barrancos, arrastrar peñas hasta las camberas y brañas donde pasta el ganado, rompe las tejas, robar imágenes en las iglesias y dejar bojonas (con cuernos defectuosos) las vacas. Además, siembra entre los lugareños el rencor, la soberbia, la envidia y el hurto. A los recién nacidos se les protegía para que no fuesen raptados por ellos con una mezcla de agua bendita con laurel, a la que añaden harina si son niños, pero no en el caso de que sean niñas.

Al igual que la anjana, tiene el don de la metamorfosis, y puede adoptar varias formas para hacer daño. Puede transformarse en un mendigo anciano y pide albergue en cualquier casa desapareciendo al amanecer luego de haber dado muerte a vacas, ovejas y gallinas. Otras veces roba los ahorros y otros objetos de las viviendas. En otras versiones, se transforman en un árbol robusto a orilla de los caminos y al pasar un carro con leña u otro cargamento, este se derrumba sobre los bueyes. Otras historias cuentan sobre robos a bellas pastoras y destrucciones de cabañas.

Además de comer todo el ganado y la gente que podía conseguir, aunque siempre le gustaron las bellotas, de las hojas de los acebos y de los animales y panojos de maíz que roba. Pero también come murciélagos y aves como las golondrinas, además de los tallos de las moreras, y suele hurtar a los pescadores las truchas y las anguilas.

Se le puede matar –según las diversas versiones- arrancándole un pelo blanco de la roja barba, o dándole con una piedra en un hoyo que tiene en el centro de la frente. También fallece si come setas o fresas silvestres, o si es tocado por una lechuza en la cabeza. También cuando un sapo volador toca al ojáncano, este muere si no consigue una hoja verde de avellano untada en sangre de raposo. Según la tradición, cuando envejece lo suficiente, son otros ojáncanos jóvenes quienes le matan, le abren el vientre y reparten lo que lleva dentro enterrándolo junto a un roble. Del cadáver del ojáncano, al cabo de nueve meses, surgen unos enormes gusanos que la Ojáncana amamanta con la sangre de sus pechos hasta que al cumplir tres años se transforman en ojáncanos y ojáncanas para comenzar otra vez el ciclo de maldades.
Sus únicos amigos son el cuegle y los cuervos; estos últimos suelen informarles de cuanto ven posándose junto a su oreja o en su nariz. Su principal enemigo son las anjanas, pues este es la antítesis de la bondad, de la dulzura de la Anjana. Donde ésta pone afecto, recompensa, humildad y regalo, el Ojáncano pone rencor, castigo, soberbia y hurto. Las perseguía al encontrarlas en su camino; pero éstas se transformaban o se hacían invisibles, y conseguían burlarle siempre

Paralelamente existen versiones que cuentan la existencia de ojáncanos bondadosos, nacido uno cada cien años, a los que se les podía incluso acariciar y ellos agradecidos avisaban de la llegada de los ojáncanos malos. Este monstruo es considerado el ser más popular de la mitología de Cantabria.

Hay una leyenda de una anjana que se encontró a un ojáncano un frío día de invierno, cuando la nieve caía sin parar. Atacado los lobos, consiguió espantarlos, pero le habían dañado su único ojo, por lo que vagaba perdido en medio de la ventisca, asustado y ciego. La anjana se acercó a él, le tomó de la mano y se lo llevó a vivir con ella. Desde entonces, fueron amigos y permanecieron unidos, sacándole la anjana a pasear los días soleados.



Pecu Ave



A orillas del río Saja, en el valle de Cabuérniga hace mucho tiempo vivía una pareja compuesta por un molinero ruin y ladrón y su zalamera y presumida mujer, cómplice de los abusos de su marido se hicieron ricos al tener el molino más cercano al pueblo y sangrar a sus vecinos con precios abusivos.

Satisfechos traspasaron el negocio y se construyeron una casa señorial a la vera del monte, convirtiéndose en señores y actuando por su riqueza de manera soberbia, entonces la señora quedó embarazada y ellos, como todo ser humano, soñaban con un niño hermoso e inteligente, pero les salió un engendro bizco, con una oreja mayor que la otra y con nueve dedos en la mano derecha y dos grandes y gordos en la izquierda, para colmo en su frente le sobresalía un bulto enorme similar a un cuerno con la punta blanca y junto a la nariz una gran verruga con pelos, ademas de carácter tosco, testarudo y malicioso, ya de pequeño gustaba de torturar y sacrificar todo tipo de animales.

Sus padres le escolarizaron, pero era zopenco y pendenciero con sus compañeros, por lo que no era estimado por nadie, ni siquiera por su maestro, que solo le consiguió enseñar las letras p y q, pero de bruto que era aún así las confundía, por lo que recibió el apodo de Pecu.

Un día en clase de aritmética, repasando las tablas de sumar y multiplicar, uno a uno sus compañeros acertaban la pregunta que el maestro les hacía y llegado el turno del Pecu, le interrogó ¿Cuántas son una más dos?, sin saberlo el Pecu recordó a su padre hacer cálculos con los dedos de su mano y dedujo que una era su mano izquierda y dos la derecha, por lo que mirándose las manos, sumó sus dedos y orgulloso respondió ¡once!, Las carcajadas de sus compañeros inundaron el aula y sintiéndose humillado saltó sobre su esmirriado compañero de pupitre que reía a mandíbula batiente y le empaló con su cuerno contra la pared, matando al niño. El maestro incrédulo intentó intervenir pero arremetió también contra él dejándolo maltrecho y de un salto subió al escritorio del maestro destrozando todo mientras gritaba e insultaba, hasta que agarró el crucifijo de la pared y lo tiró al suelo rompiéndolo, momento en que se oyó un fuerte chasquido que lo convirtió en pájaro, parecido a un gavilán, de cabeza y lomo grisáceos, su pecho y vientre en cambio rayado y su cola ancha con forma de escoba. Asustado graznó su nombre Pecu y escapó volando por la ventana. Cuando sus padres se enteraron se suicidaron ahorcándose y su casa ardió víctima de un rayo.

Desde su conversión se le escucha repetir incesantemente “pe-cu, pe-cu” por las encinas y abedules de Cantabria, víctima de tan repetitivo soniquete es el Ojáncano que no duda en usar su honda siempre que le tiene a tiro, es malo incluso como madre, ya que pone sus huevos en los nidos ajenos para que otros se los críen, sus crías al nacer arrojan los huevos naturales de la especie anidada y siendo adoptados como propios por ellos.

Su maldad atormenta también al hombre, más bien a la mujer, ya que este ave es el que decide cuando se casan, si no decide dejarlas solteras. Al principio de primavera, al regreso del Pecu de lejanísimas tierras, las mozas deben fijarse en un muchacho, salir al monte y buscar algún Pecu sobre la rama de algún árbol, al verle debe fijar su mirada en él y con el fin de saber el número de años que faltan para su boda, decirle con voz suave:
“Pecu, Pecu, Pecu,
colita de escoba:
¿Cuántos años faltan
para la mi boda?.”
Acto seguido la moza cierra los ojos esperando la respuesta del ave, si canta “pe-cu, pe-cu” dos veces faltan dos primaveras para su enlace, cuantos menos cantos dispensa a la moza más feliz es ella ya que anhela esa fecha como nada, la que lo oye siete o mas veces llora desconsolada imaginando su boda con algún viejo viudo en vez de con el mozo al que echó el ojo. Cuando el repetir del canto es superior a diez, quince, veinte años, la moza enloquece viéndose morir solterona, pero sus ascendentes féminas la animan con la excusa de la poca habilidad en aritmética del Pecu, bien conocida por la leyenda narrada y su alta posibilidad de error y le instan a acudir en años siguientes para confirmar tal error, cosa que suele suceder. Este poder sobre las mujeres se le atribuye por su odio hacia las hembras por el mal trato

En otras versiones, lo que canta no son los años que quedan para casarse, sino los años que le quedan de vida a una persona.



Puente de la maza, San Vicente de la Barquera



Es el puente que te hace adentrarte en San Vicente de la Barquera y el que, en el camino de vuelta, te lleva a las playas o al camping. A sus pies incluso surgió una nueva playa, llamada, elocuentemente, la de Los Vagos.

En los peores tiempos, antes de la autovía, estaba colapsado por los camiones que convertían las colas kilométricas en noticia nacional.

Dice la leyenda que si consigues pasar todo el puente sin respirar se te cumple el deseo que has pensado o deseado mientras le cruzabas, toda una proeza teniendo en cuenta su más de medio kilómetro de longitud y sus 28 arcos.



Ramidreju



Moran los bosques de la región y viven en profundos agujeros semejantes a toperas.

Nacen una vez cada cien años como crías de comadrejas o rámilas. Su cuerpo es delgado y alargado y se prolonga con su larga cola, todo su cuerpo es protegido por una piel rayada de tonos verdosos y negros, semejante a la de una serpiente. Sus ojos son grandes y amarillos y su hocico similar al del jabalí le sirve para excavar bajo tierra.

Cuentan las leyendas que el Ramidreju posee la facultad de encontrar tesoros ocultos, independientemente de lo bien oculto que estén, el Ramidreju los encontrará. Dicen también que la piel de este ser posee el poder de curar cualquier enfermedad. Por todo ello este mítico animal es muy preciado y buscado en nuestra región.



Roblón



Es un ser más grande incluso que el Ojáncano. Su nacimiento es muy curioso, parece que en principio era un roble normal y corriente, aunque viejo, con un enorme hueco en el tronco. Una tarde de tormenta se cobijó en dicho hueco una bellísima muchacha, empapada y aterida se apretó contra las paredes del interior del roble, ante la tibieza del cuerpo de la moza y el aliento de su boca sonrosada, sintió como la savia le corría más rápido por el tronco, estrechando a la muchacha en un abrazo mortal, el árbol absorbió la sustancia y los humores de tan joven cuerpo. La nueva savia le hizo crecer desmesuradamente y sus raíces crecieron de tal forma que se extendieron por sus alrededores robando a los árboles y arbustos cercanos su alimento y su propia savia, hasta dejarlos huecos y resecos.

Así terminó teniendo un aspecto antropomórfico extrañísimo, de larga cabellera de hierba casi seca, cayendo en grandes mechones desde las ramas más altas. La frente ancha y rugosa es de árbol de haya, su nariz una rama de encina, sus barbas un bosque de matas de brezo, bajo su cabeza salían dos troncos de abedul que hacían de brazos, con multitud de ramas que formaban sus dedos. Sus piernas robustas y nervudas eran de fresno de todos los tamaños. Solo le quedaban las mandíbulas y el corazón de roble, sus ojos eran los de la muchacha, que abrasados de dolor, aparecían envueltos en una manta de espino llenando completamente sus cuencas y que parecía arder sin consumirse, de modo que por la noche parecían dos lunas.
Pasados unos años, llegó al límite de su crecimiento y sintió la necesidad de moverse, así que tirando fuerte de las raíces de un lado consiguió liberar una de sus mitades, que aprovecho como si fuera un pié e impulso la parte restante enterrada, consiguiendo con facilidad su liberación, siglos después de su nacimiento era libre de ir y venir a su antojo. Después de esto el Roblón comenzó a caminar, convirtiéndose en el azote de la Montaña, sus pisadas provocaban temblores en los bosques, su respiración agitaba las ramas de los otros árboles y su sombra parecía una nube. A su paso destrozaba todo, cabañas, setos, paredes y sobre todo fuentes, que utilizaba hasta secarlas para alimentar sus enormes raíces y poder mantenerse vivo.

Hay quien dice que ha muerto; que unos leñadores consiguieron apagarle los ojos al desviar un torrente hacía el Roblón dónde se encontraba tumbado un día, aprovechando para prenderle fuego a su cabellera, algunos dicen haberle visto corriendo por montes y valles cual antorcha colosal y que las llamas le devoraron la cabeza, los brazos y el corazón pero quedó el resto del cuerpo que se usó como leña para hogueras que calentaban como ninguna otra.



Tentirujo



Duende malicioso de largas manos y piel parduzca, con orejas puntiagudas. Sus ropajes son rojizos y lleva una boina de rabo tieso en la cabeza.

Su misión principal, en estado de invisibilidad, es la de pervertir a las jóvenes solitarias, obedientes y buenas mediante caricias que realiza con la ayuda de una raíz de forma humana de una planta joven de mandrágora, con la que siempre se acompaña cuando sale a realizar sus fechorías. La muchacha que pasa por este trance, cambia drásticamente su comportamiento, pasando de ser solitarias a volverse alegres y apasionadas. Se le relaciona con la diablesa de la lujuria Masabakes e incluso se cree que es ella la que le indica el lugar donde debe actuar, ayudándolo, incluso transportándolo a dicho lugar.

Así cuando una moza se vuelve descarada de la noche a la mañana se dice:
"¡Esa ya tropezó con el Tentirujo!".



Trastolillo / Trasgu



Habitan en los bosques de la región, cerca de las casas y actúan en los hogares de los lugareños.

Es el más conocido de entre todos los duendes que habitan en Cantabria, es juguetón y atolondrado de risa perenne, un ser muy pequeño y tan negro como el hollín, con pelo largo del mismo color. Carita de pícaro y ojillos muy verdes y vivos, con colmillos retorcidos, dos incipientes cuernecitos y un rabillo casi imperceptible. Cojea de su pierna derecha tras una caída descendiendo por una chimenea de un hogar, que es su puerta de acceso cuando encuentran cerrados los ventanucos. Viste de túnica roja elaborada de cortezas de árbol cosidas con hiedra y verde musgo, se cubre la cabeza con un gorrito blanco y usa como apoyo un bastoncillo de madera de desconocido origen.

Todas las cosas inexplicables que suceden dentro de un hogar tienen por autor el Trastolillo, por lo tanto las gentes al saber que son obra de ellos no suelen sorprenderse ni asustarse.

Una de sus aficiones principales es la de cerner la harina, siempre fuera de la artesa claro, por lo que recibe el nombre también de “Diablillo Cernedor”. También le gusta beber leche, esconder las albarcas (zuecos en Cantabria), aflojar las tablillas en días ventosos y requemar los guisos, haciendo parecer con fingidos llantos el lamentar de sus actos. Puede incluso imitar la voz de cualquier animal de cuadra ya sea el maullido de un gato, el ladrido de un perro o el rebuznar de un asno, cosa de suele hacer con el fin de confundir y asustar al humano, disfrutando cual diablillo de sus teatrales reacciones.
Se dedican a hacer trastadas y a burlarse de los humanos, sobre todo sarrujanes y mozas. Quien oye su voz cínica y burlona al bajar del bosque, sabe acabará recibiendo sus travesuras tales como esconderle la leche, el queso u otros alimentos, ya que disfrutan entre estridentes risas y fingidos lloriqueos viendo los esfuerzos del humano en su búsqueda de tales bienes.



Trenti



Familia del Trastolillo, en el verano duerme entre la maleza o al pie de los árboles y en el invierno se refugia en hondonadas y torcas.

Duende de los bosques, es un ser pequeñuco, de pelo rojizo, cara muy oscura casi negra y de ojos verdes o marrones de mirada limpia, es un picaruelo y bribón, con el fin de pasar desapercibido el Trenti lleva por vestido una túnica de hojas de castaño y musgo (hojas, musgo y raíces) que le brinda un magnífico camuflaje acorde con su entorno, usa hebillas de plata, zapatones de pieles y cuando se mueve emite un leve tintineo similar al caer de lluvia, se alimenta de maíz, panojas y endrinas y bebe leche, debido a que el agua es ponzoña para él.

Se divierte tomando el pelo a los montañeses que se encuentra por los montes de Cantabria. Gustan de esconderse entre arbustos y matorrales con la intención de sorprender a las muchachas jóvenes, que ya anocheciendo bajan del campo, para poder tirarlas de las faldas y pellizcarles las pantorrillas, huyendo después entre la densa vegetación tras realizar un par de volteretas, tras esto la moza sale despavorida dirección a su casa, por todo ello es común decirse de una muchacha brava y bien puesta: "A esa no le asusta ni el Trenti".

Suelen ayudar al humano, sin el mismo saberlo, sintiendo especial predilección por los niños. Siempre desean agradar, por lo que, siempre que tienen ocasión, ayudan a las ancianas impedidas o a los pastores para recuperar su rebaño extraviado por causa de las tormentas o de las fechorías del Ojáncano. Cuando una persona pierde algo, entona una cancioncilla y el Trenti al oírla, halla lo perdido.



Ventolin



Viven sobre el mar, en las nubes rojizas de poniente.

Son genios benévolos, y simpáticos de cara angelical y grandes alas de color verde, sus ojos son tan blancos como la espuma de las olas. Son considerados la contrapartida de los Nuberos.

Cuando un pescador viejo o cansado se encuentra en problemas en la mar, y su vida peligra susurra este verso para solicitar la ayuda de los Ventolines:
“Ventolines, ventolines,
Vetolines de la mar:
Este viejo está cansado
Y ya no puede remar“.
Aparece entonces un enjambre de pequeñas criaturas como diminutos angelitos, de alas grandes y verdes, que soplan con fuerza las velas de la barca y con una suave brisa acercan al pescador a tierra firme. También les ayudan protegiéndolos del frío con sus enormes alas e incluso en la carga de la pesca en su barca.


Si te ha gustado nuestro articulo no olvides hacerte seguidor del Blog y suscribirte para ser el primero en leer los próximos, compartirlo con tus amigos y comentar aquí tus dudas y opiniones al respecto.












1 comentario:

Nos gustaría conocer tu opinion